La crisis social por la que atraviesa la civilización occidental ha demandado la definición de estrategias por parte de las instituciones educativas, los gobiernos y las organizaciones de la sociedad civil —entre ellas, las de la economía social y solidaria— para crear condiciones que propicien una mejora en la calidad de vida y el desarrollo sostenible. En este contexto, algunas universidades han incluido a la economía solidaria en su currículo, lo que ha dado origen, en algunos casos, a ecosistemas en los cuales las funciones misionales de investigación, educación y extensión se articulan, lo que, a su vez, genera un impacto tanto en la cultura institucional como en las organizaciones y el territorio donde se desarrollan. En suma, el panorama sobre las perspectivas e importancia de la educación en Economía Social y Solidaria —y en particular en el contexto de la educación superior demanda la difusión de experiencias que permitan visibilizar modelos pedagógicos y estrategias didácticas que contribuyan a la formación integral de la comunidad educativa; así como, experiencias que aporten a la construcción de enfoques transdisciplinarios como fuente de nuevo conocimiento (Coraggio, 2016). Con ello, además, se puede contribuir a fomentar el trabajo en red desde la academia, así como a la apropiación social del conocimiento por parte de los diferentes grupos de interés en los territorios.
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